domingo, 30 de mayo de 2010

Hay nombres que condicionan al hombre que los porta.
Porque hay que llamarse Hamlet y después cargar con la responsabilidad de hacer honor a la ilustre sonoridad de la palabra que lo individualiza. Imagine usted lo que implica ponerse de pie en el aula ante la requisitoria de la maestra de turno, llamándose –digamos- Homero, o Cátulo, o Romeo, y confesar “no estudié, señorita”. Es muy difícil, casi imposible en esos casos, deshonrar el compromiso que tales nombres implican para sus portadores.
Lima Quintana supo estar a la altura de ese condicionamiento. Fue poeta, fue bohemio, fue soñador, fue duende, fue noctámbulo, comunista, mago, seductor, amigo, quijote. Fue un Hamlet hecho y derecho. O izquierdo, para ser justos.
“Crónica de un semejante”, se llama este libro. Y habrá quien piense que si se trataba de un semejante, no sería tan Hamlet el hombre que lo motivó. Pero se engañará, en ese caso. Porque recorriendo sus páginas descubrirá que semejante nombre sólo puede ser portado por semejante hombre.
Escrito por Enrique Llopis, uno de sus grandes compañeros de aventuras, noches, canciones y sueños, nos muestra a ese Hamlet auténtico, genuino, fiel a sí mismo y al compromiso de llamarse así: Hamlet Lima Quintana.
Lindo nombre para poeta. Lindo hombre para ser contado.


Juan Carlos Muñiz

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